lunes, 28 de julio de 2014

"Industria" de sicarios en Santa Cruz

El Ministerio de Gobierno informó con mucho orgullo y lujo de detalles sobre la captura de la ciudadana colombiana, Alicia Vargas, apodada “La Mona”, presunta jefa de una banda de sicarios a quienes se les atribuye varios crímenes, entre ellos el asesinato con 14 disparos de un peruano relacionado con el narcotráfico. La Mona, atrapada junto a cuatro de sus cómplices, tiene contactos con grupos de matones que trabajan a pedido de narcotraficantes. Justamente, el crimen del peruano Ángel Taype Rodríguez, ocurrido el 2 de abril de 2013 se produjo a solicitud de un narco que reclamaba una deuda de 300 mil dólares y el responsable de ejecutar el crimen fue un compatriota de La Mona. El más reciente hecho atribuido a la arrestada es el asesinato de Jaime Abaroma, hallado el 15 de julio en el Urubó con 10 balas en el cuerpo. Abaroma era también un sicario que llegó desde el Beni para un realizar un “encargo” pero dos muchachos al servicio de La Mona se le adelantaron a gestión del que debía ser el blanco del golpe. A pesar de todo este cuadro tal evidente, las autoridades dicen que en Bolivia el narcotráfico está controlado y que no actúan cárteles internacionales. Como dicen en los concursos: “siga participando”.

El «derecho» a soñar

El sueño del marido borrachín es tener una esposa muda, ciega y sorda que no le reclame cuando llega de madrugada con olor a perfume barato; el sueño del estudiante flojo es que su profesor se haga el tonto cuando copia; el sueño del que anda sin brevet y se pasa el semáforo en rojo es que el policía no lo vea o que lo deje tranquilo por 20 pesos; el sueño del trabajador mediocre es que no lo pillen durmiendo en la oficina, pero que no se atrasen con el pago del doble aguinaldo; el sueño del vendedor del mercado es seguir engañando con el peso; el sueño del narco es que pase su avioneta; el sueño del autero es que el Gobierno siga amagando con controlar, con fiscalizar y amenazar, con frenar el contrabando y la ilegalidad. Esa es la Bolivia que debía cambiar y que no cambia. Por eso es que no sorprende que haya políticos en nuestro país que sueñan con gobernar solos, sin parlamentarios de la oposición, sin debate, sin prensa, sin librepensadores.

lunes, 21 de julio de 2014

Lo poco espanta…


Y lo mucho amansa, dice el refrán. Ayer tildaban de “transfugio político” a los que hoy le llaman elegantemente “reciclaje de candidatos”, aunque es lo mismo: viejas figuras deterioradas que intentan reincidir en el aparato estatal ¿para qué? Eso tiene una respuesta obvia que ahora está en manos del “proceso de cambio”, que parece haber agotado el discurso, la imagen y especialmente los rostros que supuestamente deben representar la visión plurinacional que hace mucho es simplemente un eslogan.

En el pasado le llamaban cuoteo a lo que hoy se presenta como integración de los movimientos sociales, que no es otra cosa que el mismo corporativismo que mantiene secuestrada a la democracia desde su nacimiento, con grupos de encaramados que saben muy bien para qué sirve el clientelismo y la prebenda.

Hoy le dicen diálogo con las bases y con los sectores sociales a lo que antes era simple y llanamente la repartija de pegas y espacios de poder; a ese mecanismo espurio, oscuro y oculto del que surgen las listas de candidatos, mientras que el ciudadano mira sorprendido y se cuestiona ¿quién es este o aquel? ¿qué méritos tiene? ¿qué puede aportar al país? ¿cuáles son sus antecedentes?

Lamentablemente sólo en esos pequeños cuadriláteros en los que se reúnen a pujar quién da más, saben exactamente quiénes son los que se ponen la camiseta y de no ser porque todavía existen ciertos atisbos de dignidad no habría repartos en poner dos o tres individuos prontuariados por narcotráfico como serios aspirantes al Órgano Legislativo. Eso también tiene antecedentes que nos espantaron a todos en el pasado. Hoy es una simple anécdota que ni siquiera da para el escándalo mediático.

Buscar votos a como de lugar. La consigna indisimulada que ha sido usada desde siempre y por todos, hoy vuelve a sus cánones “normales”. Después de que haber desechado los ponchos, los chulos, los arcos y las flechas como instrumentos de marketing, la estrategia retorna a las ecuaciones “costo-beneficio”, “ganar-ganar”, “toma y daca”, las mismas que convirtieron a la política en sinónimo de saqueo.

Aunque no vamos a negar que la decencia apareció en ocasiones como lunares en un manto tenebroso, la política hace esto cada vez que necesita sobrevivir al tiempo y al deterioro, que en Bolivia no va más
allá de las dos décadas para cada uno de los eventos revolucionarios y refundacionales que ha habido desde 1825, cada uno con sus pobres, con sus banderas y una gran parafernalia simbólica, pero con muy poco de cambio para la gente.

En Bolivia –como en muchos lugares-, no hay otra forma de acceder al poder más que usando la vieja cantaleta de la defensa de los de abajo, los oprimidos, los descalzos y los desamparados. Pero desde Chaparina, pasando por toda una serie de conflictos, hasta llegar al lío de los suboficiales y recientemente la demanda de los policías rasos, el Gobierno no ha hecho más que confirmar que hoy sus prioridades están
más arriba. El fuerte viraje producido hacia las élites del oriente y la definición de las listas de candidatos no hacen más que confirmar esa tendencia. que también es una réplica de lo que sucedió con otros procesos políticos ya fallecidos.

¿Otra ley a pedido?


Los mineros cooperativistas han cobrado mayor peso del que uno puede imaginar en el país. Ellos invaden minas privadas y el Gobierno las nacionaliza. Si hasta parecen sabuesos que apuntan la presa para que las autoridades disparen. También son autores de la nueva Ley Minera que los convierte en los capitalistas privilegiados de este país, casi tanto como los cocaleros. Muy pronto veremos más cascos que chulos, ponchos y polleras dentro del Congreso y desde ese lugar diseñarán el país que siempre han soñado pero que para otros puede ser una pesadilla. En las minas de los cooperativistas trabajan muchos niños. Ellos son ideales para este trabajo, pues pueden escabullirse como topos en los estrechísimos socavones de donde sacan el mineral con las manos, pues esos hoyos ni siquiera permiten introducir las herramientas adecuadas. Los mineritos suelen permanecen dentro hasta 24 horas seguidas, pues no es sencillo entrar y salir para comer, ir al baño o refrescarse de los 45 grados de temperatura que hace ahí dentro. Ese trabajo no sólo debería ser declarado ilegal, sino inhumano, sin embargo tanto los cooperativistas como cualquier otro explotador en el país ya dispone de una ley que protege este acto criminal. Sólo hace falta haber cumplido los diez años de edad.

La gente, el dinero y la economía


Según las encuestas, la percepción de la gente es que la economía boliviana va muy bien. Y cuando le preguntan por qué, la respuesta es muy sencilla: “porque hay plata en la calle”. Obviamente esa idea es alentada desde el Gobierno, que no deja de machacar sobre las abultadas reservas internacionales, el crecimiento, los récords de las exportaciones, las inversiones públicas en carreteras, teleféricos, canchas de fútbol, aviones y palacios y los dobles aguinaldos.

Pero hay datos que no son promocionados con tanto empeño, como las medidas que se toman para frenar la circulación de dinero en las calles: muy pocos hablan de los bonos por más de mil millones de dólares que el Estado Plurinacional anticapitalista colocó nada menos que en Wall Street; del endeudamiento estéril en el que se incurre en un momento de bonanza histórica; de las operaciones que hace frecuentemente el Banco Central para retirar dinero del mercado; de la reciente intervención en la banca privada a través de un decreto para fomentar el ahorro a través del incremento de las tasas de interés y muchas otras formas de impedir que la gente gaste, consuma o compre, porque de esa manera genera inflación.

Hasta las obras faraónicas en las que derrochan las autoridades es una manera de buscarle un destino no inflacionario al dinero, pues si todo ese dinero se invirtiera en emprendimientos verdaderamente productivos o en el fomento de actividades privadas generadoras de empleo y con capacidad reproducir la riqueza más allá del consumo, inmediatamente se generaría una tendencia inflacionaria que haría falta controlar con más producción, con más competitividad y no simplemente con trucos estadísticos, con artilugios monetarios y prohibiciones a las exportaciones, que a la postre se convierten en un bumerang, pues inhiben la producción y la inversión.

Nos tratan de engañar diciendo que el boom de la construcción es un excelente síntoma de que la economía va por el camino correcto y si bien es cierto que nunca hay que despreciar este indicador, tampoco hay que amarrarse de él y en todo caso hay que observarlo con precaución. La construcción es el refugio de los inversores que no hallan las condiciones suficientes para arriesgar su dinero en actividades con poca seguridad jurídica, como la agropecuaria, la minería y tantos otros sectores legales, expuestos a los avasallamientos y al enorme acoso estatal y la hiper-fiscalización que tiene a todos los empresarios agobiados y con ganas de pasarse a la informalidad, donde no se paga impuestos, no hay multas ni letreros de “clausurado”.

Un poco por los malos antecedentes y también por la estructura económica, Bolivia al igual que otros países de la región tienen una fijación casi patológica en la inflación, cuando en realidad deberían enfocarse más en la producción y el desempleo, como hacen los países más desarrollados. En Europa y Estados Unidos se preocupan cuando aumenta la gente sin trabajo y cuando bajan los niveles de productividad, cosa que aquí no aflige, porque siempre se camufla el empleo con la informalidad y porque nadie pone atención a los altos
niveles de importación, que no sólo han crecido en volumen, sino que se han diversificado, puesto que ahora hasta la papa, el tomate y la cebolla vienen de Perú o Argentina.

Envidiable celo funcionario


La selección argentina no ganó el Mundial, pero una de las reparticiones públicas del vecino país metió un gol que vale el torneo. La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) se tomó el trabajo de hacerle seguimiento a quienes se fueron de turistas a Brasil para disfrutar de las playas y el mejor fútbol. En su investigación descubrió que muchos contribuyentes denominados “monotributistas”, algo así como el Régimen Simplificado en Bolivia, pagaron sumas exorbitantes por paquetes de viajes, pese a que en sus declaraciones impositivas dicen tener ingresos anuales muy bajos, incluso menores a lo que pagaron por los pasajes y la estadía en Brasil. Gracias a ese celo funcionario, descubrieron a más de un centenar de evasores, entre ellos a dos populares figuras de la televisión. La operación de la AFIP es muy difícil de entender en un país como Bolivia, donde los funcionarios de impuestos sólo persiguen a los legales. Esta acción equivale a investigar las fastuosas entradas carnavaleras, las fiestas del Gran Poder y los bailes del 16 de julio, por citar algunos, y calcular el lujo que llevan encima las caseritas y caseritos excluidos de tributar porque son muy pobres. ¿Se atreverían?

El surrealismo de los autos chutos

El  genial comediante argentino Tato Bores  recreó un mundo surrealista y mágico cuando Carlos Menem llegó al poder en 1989 gracias a una alianza integrada por una colección de lo más variada y nada honorable de partidos políticos, agrupaciones, sindicatos, movimientos sociales, antiguos guerrilleros, paramilitares, etc, etc. En uno de sus programas de televisión, el inolvidable Mauricio Borensztein, fallecido en 1996, mostró un desfile imaginario de los aliados del gobierno en el que figuraban, entre otros, una asociación de ladrones de equipos de música de autos; un sindicato de trabajadores supernumerarios del Estado y una federación de sindicalistas que cobraban sueldo del gobierno. Ese desfile nunca se dio en la realidad, pero nadie olvidará que en los diez años de la administración menemista, el país vecino fue sumido en un pozo de corrupción, que puso varias veces al borde de la cárcel al líder riojano. Tato Bores nunca hubiera imaginado que su parodia se cumpliría, pero algunos miles de kilómetros al norte, en la zona del Chapare (Bolivia), donde acaba de conformarse la Asociación de Propietarios de Vehículos Indocumentados (APROVEI). El hecho de que ese nuevo sindicato haya sido conformado en la región cocalera de Ivirgarzama, no sólo tiene las mismas connotaciones delictivas y políticas que todos conocen, sino una razón muy práctica. En el Chapare se encuentra la cantidad más grande de autos chutos del país. La pregunta es ineludible: ¿Presentarán un día los muchachos de APROVEI un candidato a la presidencia?